Escojo como modelos objetos que por sus dimensiones se adaptan a la forma de mis manos. Son objetos abarcables, pequeños y manipulables. La manualidad y el sentido del tacto podrían ser lo que resume mi relación con ellos. La naturaleza quieta de la piedra, de un jarro o de un ajo cuya disponibilidad podríamos decir que es completa, me permite atender con mayor libertad aspectos propios de la pintura, entretenerme con su materialidad en las distintas densidades propias del óleo o en el encuentro entre planos de color.
En el cuadro -que para este motivo suele ser cuadrado- la figuración del objeto se ubica al centro. Como en torno a éste no hay grandes sobresaltos -a veces su sombra, una línea de horizonte o un plano mayormente homogéneo- la mirada tiende a llegar al centro en un movimiento de fuerza centrípeta. El fondo en torno a la figura tiene un efecto silencioso y actúa como marco: busca aislar al modelo de su entorno, separándolo de su contexto ordinario.